Elenco: Martín Bossi, Fer Dente, Sofi Morandi, Flor Anca, Nacho Mintz, Gustavo Monje, Eugenia Gil Rodríguez, Laura Montini, Mariel Percossi y elenco / Coreografía: G. Wons / Dirección musical: Gaspar Scabuzo / Dirección: Ricky Pashkus / Teatro: Astral / Duración: 120 minutos / Nuestra opinión: excelente
Probablemente sea uno de los estrenos de mayor resonancia para la cartelera del teatro comercial de esta primera parte del año, y se lo tiene merecido. Kinky Boots, el debut local de este musical estrenado en 2012, marca la llegada de uno de esos espectáculos que con enorme prestigio en Broadway tienen el poder de catapultarse a otras carteleras y más aun a una tan amante del musical como es la porteña.
Tiene todas las de ganar para convertirse en un éxito. Si se lo piensa desde lo estrictamente temático narra la historia de una familia, la tradición y un duelo. El joven hijo de un fabricante de zapatos, luego de abrirse de la presión familiar, sufre el infortunio de tener que volver, nada más ni nada menos, que por la muerte de su padre. El dato emocional conmueve a cualquiera. El tema es hacerse cargo de un negocio familiar que no le interesa pero dándole un giro que lo vuelva más personal, más contemporáneo. Así, tradición e innovación entran en pugna. Ese cambio lo va a lograr de la mano de alguien que, tal vez, se encuentra en las antípodas suyas: eligió ser a toda costa y a contrapelo de todo mandato. Ese encuentro casual en una calle les cambia la vida a ambos personajes: al que se lo jugó todo para convertirse en una «diva» muy singular, Lola, y al que tiene que debatirse entre lo que quiere y lo que cree que es el determinismo familiar, Charlie. Pero como si todo eso no alcanzara para conmover al espectador, hay que sumarle otro gran tema presente en el texto: ¿qué sucede cuando el logro individual es a costa de lo colectivo (cerrar la fábrica de zapatos y dejar a gran cantidad de familias en la calle)? Con este breve recorte se puede ver en qué medida Kinky Boots lo tiene todo para emocionar a un espectador dispuesto a dejarse llevar lo que, pese a lo dicho, es una gran y risible comedia.
El trabajo de Ricky Pashkus en la versión local es superlativo. Entiende como pocos esas líneas ideológicas que sostienen la trama, y sabe cómo subrayarlas o suavizarlas cuando, acorde con la idiosincrasia local, así lo merece. La escena de bullying es probablemente una de ellas. Sabe que es difícil volver de ese nivel de violencia y trabaja puntualmente esa zona para que el personaje violento tenga -tiene que tenerlo- retorno. Y lo logra sin que se genere ningún cortocircuito. Pura sapiencia de director de escena.
En cuanto a los intérpretes hay que decir que todos hacen un más que meritorio trabajo, pero Martín Bossi se lleva los aplausos por su enorme desempeño interpretativo. Él y Fer Dente hacen un hermoso contrapunto en estos dos protagonistas que no son antagonistas de la trama, pero que encarnan las diferencias «amigables» del argumento binario. En lo estrictamente musical Dente sabe dónde colocarse y logra un Charlie Price suave, sensible, carismático. Y Martín Bossi sale a escena a darlo todo, y verdaderamente lo hace desde lo actoral. Su Lola no solo nos lleva a un universo fronterizo con el pop sino que nos traslada a ese lugar de resistencia en donde la identidad se vuelve un acto de autopercepción y autoafirmación sin quitarle por ello comicidad. Probablemente él sea el actor que poseyendo una máscara muy clara para la actuación -por su rol central de imitador-, en este caso la usa para construir a su personaje al tiempo que le sirve para vincularse de un modo muy especial, casi cómplice, con el público que lo acompaña en cada una de sus escenas de un modo muy especial.
La puesta en escena sigue algunos de los lineamientos de la versión original de enorme belleza (la escena de las cintas transportadoras es probablemente la más emblemática) pero cuenta con la maestría de Jorge Ferrari para distribuir todos los elementos necesarios sin restarles a los bailarines; fundamentalmente el grupo Drag se devora la escena.
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